No sé cómo explicar la sensación que tuve cuando vi al
Carrete de Málaga el pasado sábado en El Corral de la Morería.
Ver en el escenario a este bailaor, tan elegante, con mucho
estilo, su bastón, su sombrero negro y su baile, un baile que no tiene nada que
ver con lo que se hace hoy en día.
Maneja el bastón como si se tratara de una pierna más.
Maneja el sombrero con la solvencia de un elemento adicional al cuerpo, pero
tan expresivo en el baile como si fuera una mano más que intenta llegar al
cielo sin alcanzarlo y que regresa a la tierra con la firmeza de intentar
volver a subir para intentar llegar a lo imposible.
Una silla en medio del escenario, detrás el cuadro de la
casa. Tarantos, y sube José, El Carrete de Málaga, recoloca la silla, se
posiciona en el escenario y baila al rededor de la misma, para como si en un
descuido, la engaña y consigue sentarse en ella. Sus piernas, sus pies, su
taconeo vibrante en el desparpajo de decir -aquí estoy yo, con mi baile-, como
dijo Pilar López, pasará a la historia como un bailaor personal, así bailó,
sentado, con talento, compás, estilo y mucho arte.
Y para terminar unas rumbas, humor sobre el escenario, bailó
hasta si me permiten decirlo la danza del vientre pero en flamenco.
Una noche para la historia, lo repito... Una noche para la historia...
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