No es nada fácil sentarse
delante del ordenador e intentar expresar escribiéndolo lo que vivimos en el
festival de Casabermeja el sábado 21 de julio de 2018.
Casabermeja es un municipio de
la provincia de Málaga, en la comunidad autónoma de Andalucía.
Está enclavado en los Montes de Málaga, dominando el histórico Campo de Cámara, campiña cerealista.
Discurren por su término el río Guadalmedina y
el río Cauche.
Con un entorno natural
precioso y una población de aproximadamente 3.500 habitantes, Casabermeja debe
sentirse orgulloso de tener un festival flamenco de muy alta categoría.
Un pueblo que se engalana para
cualquier vecino o cualquier visitante se encuentre a gusto y confortable.
Allí, toda la preparación del
festival, es una gran fiesta en donde cuidan hasta el último detalle.
Una joven Niña de los Peines
sirve de fondo a un cartel digno de esta figura tan emblemática.
Como decía, la preparación es
una fiesta para llegar a la gran fiesta flamenca, lo último el
"mantrojo", hiervas aromáticas que esparcen por la calle del polideportivo
en donde se va a desarrollar el duende del flamenco, pero antes un puchero de
garbanzos con callos preside una mesa junto a tomates, aceite, cerveza y vino
para ir entrando en ambiente.
El polideportivo Antonio Sánchez
Fernández abre sus puertas a las 22:00 horas, aún, algún remate de la prueba de
sonido, pero todo está listo.
El público cargado de neveras
con comida y bebida se va asentando en las sillas y mesas que llenan la pista
de este polideportivo, otros en los escalones laterales que conforman las
gradas del mismo y así, vamos esperando a que llegue ese momento que todos
esperan el XLYII FESTIVAL DE CANTE GRANDE DE CASABERMEJA que este año consigue
completar un aforo de unas 350 a 400 personas a groso modo.
El festival abre su magnífico
cartel con una mesa compuesta por Miguel el Funi, Fernando Canela, María
Terremoto, El Purili y Luís Moneo que nos deleita cantando soleá al golpe.
Pincha en este enlace y ve el video ASÍ EMPEZÓ EL FESTIVAL
Un gran silencio se apodera
del recinto, la luna en el cielo nos arropa y el Purili arranca a cantar un
joven con voz de viejo. María Terremoto es un torbellino, Luís Moneo tiene un
cante asentado que le corre por las venas, Fernando Canela se va ganando el
sitio que le corresponde por que su arte es grande, como grande es su familia
cantaora y el maestro, El Funi, Miguel, esa figura emblemática, elegante,
señorial, llena de presencia el escenario tan solo con subir el mismo.
Ole
Miguel por tanto arte derramado.
La Repompilla, esa gitana de
bronce, esa cantaora de entrañas hacia adentro, pellizca, es visceral, puso en
pie a un público totalmente entregado a esta cantaora malagueña que sabe lo que
se hace. La Repompilla estuvo acompañada por la genuina guitarra de Antonio
Moya.
El toque de Antonio es sin
duda alguna la base fundamental sobre todo del entorno de Utrera y Lebrija. Ese
toque le hacen tener un sello personal y único. Antonio lo expresa y lo da todo
en su toque, no se le puede pedir más a una guitarra.
María Terremoto atesora los
conocimiento de un cante vivido en la familia toda una dinastía cantaora que
ofrece sello propio.
La primera vez que la escuché
fue en los jardines de la Fundación García Lorca en donde me encontré con una
niña aún y un largo camino que recorrer. Pero en Casabermeja demostró ese
avance que cualquier artista debe tener en su carrera. Cantó Bulerías,
Martinetes, Siguiriyas, cantó con el alma rota del dolor de los cantes, cantó
con la luna por bandera, cantó para un público al que puso en pie entre
emociones provocadas.
Acompañada por la guitarra de
Nono Jero, y el compás de Los Peñas, Vicente y Antonio, que acompañaron a todos
en los cantes a compás, fueron la delicia de un público que no esperaba menos
de ellos.
Luís es el hermano más joven
de una dinastía de cantaores arraigada en la figura del maestro Juan Moneo El
Torta y posteriormente con el recientemente fallecido Manuel Moneo.
Luis no necesita demostrar
que su arte es el arte de los Moneo, lo hace personal pero con un sello
inconfundible que denota de donde le viene el cante. Luís se rompe en cada
tercio por Soleá, moldea los timbres de su voz por Martinetes y en Siguiriya
llora la luna por no poder consolarlo.
Fernando Canela y Rubén Lara
trajeron los sones de la tierra gaditana de los campos de Gibraltar en los
sones y recuerdos del ya desaparecido Canela de San Roque.
Canela dejó un legado
flamenco y dos voces para que este no se pierda en la familia, por que en el
flamenco no se va a perder, José y Fernando Canela.
Esta noche correspondía la
gloria del cante en el joven cantor Fernando. Poco lleva cantando al público,
seguro que mucho más cantando en familia y gestando la figura cantaora que
empieza a denotarse en este cantaor.
Tiene conocimientos y
hechuras y lo más importante un sello muy propio.
Alonso El Purili tiene tan
solo 17 años y una voz que sorprende por su sonido a viejo, inspirado en Perico
Pañero, tiene formas, tiene personalidad y dentro de su juventud tiene toda una
carrera por delante.
El Purili anda suelto y con
compás en los palos que dan a ello, bulerías, tangos, alegrías. Aunque a mi
humilde opinión aún le queda mucho, necesita ser menos plano, los cantes me
sonaban a igual, en una misma tesitura. Pero esto es normal es joven, está
aprendiendo y abriéndose camino en un mundo y un arte dificilísimo de abrir.
Ojala yo tuviera la mitad de
la mitad del arte que tiene este chiquillo. Acompañado y arropado por la
guitarra de Antonio Molla, son sin duda alguna un excelente compendio entre
cante y toque, toque y cante.
Alfredo Tejada, es un cantaor
galardonado con la Lámpara Minera, por Malagueñas con aires Abandolaos arrancó
una gran ovación del público. La Caña, briosa y rápida como debe hacerse, no
tan parada como hoy en día se hace.
Alfredo estuvo acompañado por
la sonanta de Caparro de Málaga que supo darle el toque necesario que el
cantaor necesita.
Lucía La Piñona es bailaora
con nombre y derecho propio. Es elegante en el escenario, sobria, esbelta,
cargada de emoción que soltaba en cada desplante.
Por Siguiriya, vestida de
negro bajo un cielo estrellado y una luna blanca. Tienes el escenario para ti
con un público entregado ensimismado con tu arte, ¡Baila! ¡No dejes de bailar!,
esa noche los duende del flamenco se reencarnaron en ti para decirnos a todos y
a todas, ¡¡aquí estoy yo!!. Ole por tu baile, ole por tu presencia y ole por tu
arte.
Junto a ella Pepe de Pura y
el Galli al cante y El Perla a la guitarra un cuadro digno de este y de
cualquier otro escenario. Así se hace.
Y por último el maestro, ese
que horas antes sentados en las gradas, pendiente de que probara sonido me decía
- Juanjo, tengo una ciática que me tiene muerto y no puedo hacer lo que quiero,
porque de la voz estoy bien.- y luego me volvía a decir - ¡bueno! y casi 80
años ya!- Miguel El Funi.
Pañuelo blanco al cuello,
estampa de faraón, rey de reyes en los escenarios, Miguel, legendario en el
cante y en el baile, transmisor de de una larga dinastía flamenca La de los
Pinini, con Fernanda y Bernarda por destacar algunas de las figuras que rodean
el enigmático arte de Miguel.
Miguel sube al escenario,
ayudado, la pierna le falla y eso no hace que se sienta cómodo, porque ¿qué es
el Funi, si no se levanta y se da dos pataitas?.
Canta por Soleá y Antonio
Moya, su guitarrista
esa noche le dice que cante por Siguiriya y arranca con su
¡ay! un ¡ay! muy particular y muy suyo, inconfundible. Y al rematar como por
arte de magia acelera hasta la bulería, 8 minutos cantando y bailando por
bulerías. Sí, se levantó, con dificultad pero con la elegancia de un cantaor de
peso en un escenario de peso y ante un cartel de peso.
Levanta las manos, desplanta,
se mueve, conmueve al público que lo levanta de la silla y poco a poco se va
creciendo para decirnos que aún hay Funi para rato.
Gracias amigo por esta noche
que tendré siempre en el recuerdo de mi corazón.
Y ya, no quiero despedirme
sin dar las gracias al Ayuntamiento de Casabermeja y a Pablo San Nicasio por
las gestiones realizadas y a mi amigo Alfonso fiel con su cámara.
También de forma muy especial
a Juan, aguacil del pueblo que nos trató como si de su familia fuéramos y al
grupo de amigos que allí hemos dejado en estos dos días que como ya digo nos
han abierto sus corazones para que nos sintiéramos en casa.
Y por cierto muy ricos los
garbanzos con cayos.
¡Ole por ustedes!