lunes, 16 de abril de 2012

MARQUEZ EL ZAPATERO

Escribir en el momento preciso, a veces, no es posible. Hoy quizás ya sea tarde, pero como decía mi abuela "nunca es tarde si la dicha es buena".
El pasado domingo día 15, en el Bar Cock, se vivió la tarde más emotiva que el flamenco puede ofrecer sin esperarlo. Bien es verdad, que Marquez el zapatero despertó la curiosidad, y salió con las dos orejas y el rabo.
Muchos seguidores de este blog, directos o indirectos, seguro que saben quién es y que representa Marquez para el flamenco, otros seguro que no, pero estos serán los mínimos.
Con 81 años de edad, Manuel Marquez, conocido en el flamenco, para cualquier aficionado, como Marquez el Zapatero nos deleitó con su cante y también con su forma de estar, de ser, de decir, de hablar. Pertenece a esa generación que ya se va perdiendo, él es un transmisor de una época, de unos cantaores que nosotros, ninguno hemos conocido, él sí, y los escuchó, y fueron sus maestros, como el propio Marquez nos dijo.
No se puede cantar mejor, lleno de facultades, porque a pesar de su edad las tiene, lleno de conocimientos, porque conoce lo que no conocemos nadie y por supuesto con una cabeza prodigiosa, y lo demostró con su cante, con el cante que por excelencia domina la Soleá de los Alfareros, nos dio un recorrido de 15 minutos, por diferentes formas de esta soleá, en la que cada maestro dejó su impronta. pero no terminó ahí la cosa, en la Soleá de Triana, la que se conoce como Apolá, lo dejó todo, se entregó en cuerpo y alma, en esa Soleá que él mismo dijo que no sabría si podría con ella, con la Soleá Grande de Triana, la Apolá. ¡Y vaya, vaya si pudo! nos emocionó al público asistente, con sus Soleares, con sus Malagueñas, con sus Siguiriyas, con sus Tonás, y con otros cantes.
Una tarde larga, emotiva, llena de Duende, ese Duende que aparece poco, pero cuando aparece, como fue este el caso, uno quiere que no termine nunca, cerrar los ojos y escuchar a Marquez el Zapatero, y la guitarra majestuosa de Eduardo Rebollar era como trasladarse a la época de los grandes de otro momento Emilio Abadía, Oliver de Triana... Era como pasear por Triana, por sus calles, por San Jacinto, Los Remedios... Entrar por la puerta grande, por el Puente de Triana, al templo sagrado de los cantes trianeros, al Barrio de Triana.
Eso fue lo que pasó en esa tarde del domingo. El Bar Cock se convirtió en el templo del cante, en Triana, Enhorabuena a los artistas, y enhorabuena a Norberto por este acierto.

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