Si el arte flamenco tiene algo bueno, entre muchas de sus cosas está lo que no sabes si puede ocurrir, pero ocurre. La noche sublime.
Eso fue lo que ocurrió anoche en Casa Patas con Olga Pericet y Marcos Flores, con un elenco de artistas de atrás digno de mención.
El Tablao lleno a rebosar, se abre la noche con un baile por caracoles a dúo lleno de elegancia, de sensualidad que ya avecinaba lo que iba a ser la noche.
Olga Pericet baila por siguiriya, ese baile estremecedor del máximo dolor que ella expresaba con su frágil cuerpo, vestida de oscuro, con cara seria, dolorida, desencajada… Expresaba en su contoneo el dolor máximo donde ya no cabe más, sus manos extendidas al cielo pedían ayuda para un consuelo que no llega, detrás esa guitarra lastimera, esas voces rotas que cantan por no llorar. Y se hace un silencio que corta el aire. Olga lo utiliza para lentamente moverse por el escenario como buscando lo imposible, el refugio que a veces no llega y, en esa soledad, baila y sigue bailando como si en ello fuera el único consuelo y al final la cabal pone el broche de oro a su baile.
Marcos Flores coge el contrapunto, baila por Alegrías y remata con esas bulerías gaditanas airosas. La sonrisa en sus labios, la expresión alegre de su cara, su figura estilizada dice en todo momento, ¡Viva la alegría y fuera las penas! Baila Marcos con todo su cuerpo, expresa esa alegría en el taconeo, en la posición de sus brazos en la doblez de su torso. Mueve las manos en todas las direcciones las cierra con fuerza como si consiguiera lo que busca y no quiere que se le escape. Casa Patas estaba bañada por la brisa del mar de Cádiz, se vislumbraba la Caleta y paseamos por el Barrio de Santa María pasando por el de la Viña. Qué grande es lo grande que grande es Marcos Flores que cuando baila te transporta a lo infinito allá a donde quieras llegar, el te llevará.
Juañarez, Pepe Jiménez, Roberto Lorente, Antonia y Jesús Núñez un elenco inolvidables de artistas donde los haya.
Enhorabuena a todos por la maravillosa velada flamenca.
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