El Nuevo espacio Escénico Las
Tablas Flamenco, es un sitio que tiene su encanto, se sale de lo normal que uno
piensa que es un tablao. Pero entre sus paredes encierra mucho arte, mucho
duende, mucho flamenco.
Casi finalizando el mes de
agosto, nos presenta todo un recital flamenco digno de ser mencionado. Antonia
Moya, Marisol Navarro y Carlos Carbonell en el baile, Juan Debel en el cante y
Niño de la Manuela en la guitarra.
Antonia, Marisol y Carlos,
abren la noche por Sevillanas, bailándolas con estilo, con respeto, con
seriedad, pero eso sí, son sevillanas, no es un baile trágico, es fiesta, y esa
fiesta se traslada a Las Tablas para abrir una noche en donde poco a poco
empieza a salir el duende.
Y lo hace con Antonia Moya,
bailaora que respira arte por todos sus poros, ella es dueña y señora del
escenario que pisa. Y cuando lo hace por tientos tangos, hay que rendirse a sus
pies. Pasito a pasito lento nos mete en el tiento, ese tango desacelerado que
reposado pellizca el alma. Y sin más rompe por tangos para rematar por todo lo
alto.
Marisol Navarro subió al
escenario con desparpajo, con soltura con altanería, está bailando por
Alegrías, ese baile que nos hace respirar los aires de la bahía gaditana y nos
traslada a otro mundo. Con que salero, y nunca mejor dicho, con que salero
mueve su bata de cola, como si intentara recoger toda la sal de la bahía y
ponerla a disposición del público . Marisol baila porque lo vive y lo siento y
eso se nota.
La noche la cierra el bailaor
Carlos Carbonell por Soleá. Pisa el escenario con seguridad, expresa con su
cuerpo lo que su alma siente, el tiene la llave del baile por soleá, en esta
noche, Carlos nos recordó a los viejos maestros en su juventud, con su propia
personalidad y marcando siempre su destino de bailaor. Es elegante, tiene
fuerza expresiva, tiene duende, tiene un don...
La voz de Juan Debel siempre
es un placer escucharla, ese estilo de voz rota, ese estilo de voz propia, esa
forma de hacer los cantes, de llevarlos a su terreno, hacen de Juan un cantaor
personalísimo, único y excepcional.
No cabe duda que estar bien
acompañado por una buena guitarra hace mucho, pero si es la del maestro El Niño
de la Manuela, la noche ya puede retirarse porque ya estamos cubiertos, su
guitarra fluye desde lo más profundo de la caja hasta el último traste lejano
de una guitarra que acariciada por él suena a gloria.
Gracias a todos por esta
noche maravillosa.
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