El Flamenco, no deja de ser una cultura musical arraigada en las vivencias personales, no solo en sus comienzos si no también hoy día.
Quien me puede decir a mí, que los sufrimientos y las vivencias de hoy no son como las de antes. Es cierto que varían los tiempos y las formas, pero las vivencias son las mismas. Quien no ha vivido una juerga, o una experiencia sumamente positiva. O quien me dice a mí, que no ha tenido una perdida personal importante.
Todo se transmite en los sentimientos. El alma sufre cuando el cuerpo sufre, al ama está alegre cuando el cuerpo está alegre.
Y como cualquier cultura musical, en el flamenco esto ocurre, tanto el que interpreta como el que recibe, vive de los sentimientos que se transmiten. En el flamenco, quizás más, o por lo menos, como es lo que más conozco, quizás lo tengo más claro.
Que grade es la tierra mía
En una casa de luto
Y en la otra de letanía.
El flamenco le canta a todo, al sufrimiento, a la alegría, a la ironía, al trabajo, a las malas condiciones de trabajo (hoy muy vigentes también), antes el amo te explotaba ¿Hoy no?
Si el sol fuera jornalero
No madrugaría tanto
Y andaría más ligero
El dolor extremo, en cuya muerte ve la salvación de lo que es insalvable:
Acaba penita, acaba
acaba ya de una vez
que con el morir se acaba
la pena y el padecer.
Todos le piden a Dios
La salud y la libertad
Y yo le pido la muerte
y no me la quiere mandar.
Y la ironía:
Cuando paso por tu puerta
Llevo pan y voy comiendo,
“pa” que no diga tu madre
Que con verte me mantengo.
La profundidad de un sabio:
Aquel que nunca lloró
Ni en su vida tuvo pena
Vive feliz, pero ignora
si esta vida es mala o buena
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