Vispera a la Estación de Penitencia, decidimos irnos de flamenco, tomar una copa y disfrutar de una noche buena, para vivir la siguiente desde otra perspectiva.
En esa tesitura llegamos al Villa Rosa, en donde ya empezado el espectáculo, vimos a Inmaculada Aranda bailar por soleá, solemne, con estilo, pose, seriedad y hermosura a la vez, como la poesía de Lorca. "vestidas con mantos negros, piensa que el mundo es chiquito y el corazón es inmensa, vestida con mantos negros..."
Los aires de la bahía se respiraban entre los mosaicos del Villa Rosa cuando Alejandra Hernández bailó por Alegrías, con bata de cola y mantón verde. recorriendo cada palmo del cante adentrándolo en las entrañas de su baile, por el Barrio La Viña o el Mentidero.
Y como broche Marcos Flores, este joven bailaor de Arcos es la elegancia y la estética en el escenario, baila desde los pies hasta la cabeza. Soleá por bulerías fue el broche de oro de una noche para recordar. Marcos es la esencia pura del arte, sus pies son el baile, su cuerpo la estética y ambos dan la solvencia que el baile requiere.
Todos llevados de la impresionante voz de Mtías López El Mati como le llaman. Su voz rozada, araña las entrañas de quien le escucha, te pone en tensión cuando le ves en su entrega y crees que no llega, pero ahí está la gracia del duende, aparece y su cante brilla por encima de tempestades y mareas. Matías es un puntal de los jóvenes flamencos.
La guitarra de Victor El Tomate, fue broche de oro, un toque elegante y sin florituras, puesto en el momento justo, hicieron que los sones de sus cuerdas pusieran un eco especial en el ambiente.
Enhorabuena a todos por la feliz velada flamenca vivida.
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